De viaje a la Isla Cerdeña, Italia.

Un viaje navegando en un mar de color esmeralda entre grandes y pequeñas calas de arena blanca... Esto es Cerdeña, una isla que sorprende al visitante con sus contrastes naturales, las luces y los colores de una región de antiguas tradiciones en una naturaleza virgen y salvaje. 

Situada en el corazón del Mediterráneo, con un territorio principalmente montañoso, sin altas cumbres, Cerdeña regala al visitante un ambiente natural único, suave y rudo al mismo tiempo. De hecho, la presencia del ser humano es ocasional en este territorio: hay grandes extensiones que permanecen mágicamente intactas, habitadas por ciervos, caballos salvajes y aves rapaces, ricas en bosques con árboles milenarios, estanques y pequeñas zonas desérticas. 
El mar reina con sus colores y se insinúa en las calas escondidas a lo largo de la costa, y en las playas, en las localidades más frecuentados. La Costa Esmeralda, cuenta con una pequeña joya como Porto Cervo, por poner sólo un ejemplo. Porto Vecchio es considerado el puerto turístico mejor equipado del Mediterráneo. Porto Rotondo es también una localidad famosa, frente al Golfo de Cugnana, con numerosas plazas y villas situadas en una magnífica naturaleza. 

Aquellos que prefieren las montañas, pueden ir a explorar la región Gennargentu, el mayor grupo de montañas de Cerdeña, con su paisaje pictórico, donde la naturaleza ocupa un lugar preponderante. Rica flora y fauna, con sus muflones, águilas reales, ciervos sardos y diversas especies al borde de la extinción. 

Entre sus maravillas, Cerdeña ofrece al visitante los complejos nurágicos esparcidos por todo el territorio: son monumentos únicos en el mundo que sirven de testimonio de una cultura antigua y misteriosa, que va del siglo XV al VI a.C.
Los nuraga, construidos con grandes bloques de piedra, se desarrollaron entorno a una torre central en forma de tronco de cono, que transmite solidez y potencia. Se trata de yacimientos arqueológicos donde aún hoy se pueden encontrar signos de antiguos rituales y de la vida doméstica. Entre todos ellos, el complejo de Barumini, en la provincia de Cagliari, figura en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.







La cocina sarda satisface los paladares más exigentes con su sencillez, sus ingredientes naturales y los productos locales de sabores delicados e intensos con los que se obtienen recetas deliciosas. El trigo es el ingrediente principal, elaborado en su más conocido producto, el pane carasau, pero también como base para la famosa malloreddus, los culurgiones y la fregola. 

No se puede marchar de la isla sin probar el delicioso porceddu, cochinillo a la parrilla servido en bandejas de corcho rociado con ramas de mirto. Para los sabores del mar, la langosta algueresa merece un elogio, al igual que la bottarga de Cabras y el atún de Carloforte. Entre los platos a base de pescado, la sopa de mejillones y los espaguetis con erizos de mar.

Embutidos y quesos son los productos locales más sabrosos, entre los que destaca el queso de oveja sardo. 

A través de las sensaciones y placeres que da el vino, Cerdeña acompaña sus comidas con un excelente Vermentino de Gallura o Cannonau. También excelente es el licor de mirto. 


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